En la universidad, me inscribí en un congreso de Matemáticas en Florianópolis y fui con dos amigas. Pero no teníamos donde alojarnos. Cuando llegamos a la universidad, fuimos a almorzar en los restaurantes de la facultad de Arquitectura y Geología, donde estaban los chicos más guapos. Los conocimos y nos dijeron: “¿Por qué no se quedan en nuestra casa?”. Fuimos. No acudimos ningún de los eventos. Mi padre casi se muere cuando le contamos esa historia.